El Señor Jesús dijo: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”. (Juan 14:16). ¿Quién es el otro consolador? Es el Espíritu Santo. En aquel momento el Señor Jesús era el Consolador, el guía, el que estaba siempre con sus discípulos, pero llegaría un momento en que tendría que regresar con Su Padre, Dios.
El tiempo que tenía el Señor Jesús aquí en la tierra, era poco, Él estaba limitado por un cuerpo físico, pero al cumplir su misión que era entregar Su vida en la cruz en favor de la humanidad, tenía que regresar al Padre. Él sabía que el hombre no podría vivir solo, sin el Espíritu Santo, por esto antes de regresar al Padre, hizo la Promesa.
Cada uno de nosotros necesitamos del Espíritu Santo, los discípulos lo necesitaron, el propio Señor Jesús también lo necesitó. Mientras Él no tuvo el Espíritu Santo, no comenzó su ministerio en este mundo. (Mateo 3:13). Los discípulos del Señor Jesús, tampoco hicieron nada, mientras el Espíritu Santo no vino sobre ellos.
¿Por qué la necesidad de recibir el Espíritu Santo? Cuando se tiene el Espíritu Santo, Él se convierte en nuestra guía, Él nos da el poder para vencer las luchas, y las dificultades de la vida. En el momento que pasamos por dificultades el Espíritu Santo viene y nos fortalece, nos da animo y fuerza para vencer y seguir adelante.
No se puede negar que si las personas se esfuerzan claro que lograrán conquistas materiales, pero en realidad nunca sentirá la plenitud, la realización, la felicidad y la paz en su vida. Lo material no llena el vacío interior, esto ayuda para poder tener una vida cómoda, pero en realidad no es lo que llena el corazón, el único quien nos puede dar la plenitud es el Espíritu Santo. Que Dios les bendiga.
Blog Obispo Paulo Roberto-
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